Comentario
La vasta colonización latina había servido para que gran número de plebeyos se convirtieran en pequeños propietarios. A medida que fueron progresando las conquistas romanas, con la incorporación de nuevos territorios, se abrió a ciertos grupos, condenados a engrosar el sector proletario, la posibilidad de acceder al reparto de tierras.
No obstante, existe ya una tendencia cada vez mayor a la diferenciación social que, posteriormente asumirá dimensiones de verdadera fractura social. La llegada de importantes masas de esclavos, la consolidación de la economía monetaria a lo largo del siglo III que contribuyó a la expansión del comercio y el hecho de que el ager publicus comenzara a ser objeto de ocupación, entre otros factores, contribuyeron a que muchos ciudadanos llegaran a enriquecerse en gran medida y dentro de una dinámica progresiva. Durante el siglo IV la plebe urbana estaba integrada por un sector de artesanos, de condición libre o servil, que irá aumentando a partir de la segunda mitad de este siglo. También la engrosaban mercaderes y personas ligadas a las actividades comerciales. De éstos, muchos serían esclavos liberados, libertos.
No obstante, durante el siglo IV las tensiones sociales no fueron preocupantes. Por otra parte, el nuevo sistema de levas creado entonces supuso una mayor valoración de los sectores menos pudientes. Hasta entonces, las levas militares se basaban en las clases y en las centurias -como se venía haciendo desde la época de Servio Tulio- de modo que el peso del servicio recaía principalmente en las clases altas que, como se recordará, eran menos pero con mayor número de centurias. La reforma implicaba que las levas se harían basándose en las tribus territoriales, en las que estaban presentes todas las clases sociales. Incluso, a comienzos del siglo III a C., tuvo lugar el primer enrolamiento de proletarios. Este procedimiento sirvió para que las clases bajas adquiriesen más fuerza dentro del ejército y del cuerpo cívico ciudadano. Sin embargo, los sectores menos pudientes asentados en las tribus rústicas tenían una serie de condicionamientos que los situaban en una posición de desventaja respecto a la nueva aristocracia.
Hasta la reforma de Apio Claudio, el reparto de la población en las tribus romanas era como veremos a continuación. Las tribus romanas hasta mediados del siglo IV eran: las cuatro urbanas (Collina, Esquilina, Palatina y Suburbana) más otras 21 tribus rústicas. Diez de éstas llevan el nombre de antiguas gentes poderosas: Aemilia, Cornelia, Claudia, Fabia, Horatia, Menenia, Papiria, Romilia, Sergia y Veturia. Otras seis aluden tal vez a gentes, pero puesto que el recuerdo de estas sólo se conserva así, hay que atribuirles una referencia toponímica : Camilia, Galeria, Lemonia, Pollia, Pupinia y Voltinia. La tribu Crustumina, creada en el 495 enfrente del territorio de Veyes y las cuatro tribus creadas en el territorio de ésta (Arnersis, Salatina, Stellatina y Tromentina) presentan también nombres formados a partir de un topónimo. Entre el año 358 a.C. y el 241 a.C., Roma pasa a tener un número total de treinta y cinco tribus.
El reparto de la población en estas tribus se hace de una manera desigual y variada. Los que sólo tienen domicilio en la ciudad de Roma, constituyen cuatro unidades de voto en las asambleas de tribu o Concilia tributa. Las tierras más próximas a la ciudad pertenecen a los terratenientes más antiguos y por tanto los patricios disponen allí de una sólida mayoría. Las cuatro tribus creadas sobre el territorio de Veyes, por el contrario, contaban con una mayoría de plebeyos ricos. Las nuevas divisiones territoriales contaban con gran número de plebeyos, pero la lejanía de alguna de ellas favorecía también a los ricos, los únicos que podían abandonar sus tierras en manos de los esclavos y viajar a la ciudad para participar en las asambleas. Efectivamente, las tribus Maecia y Scaptia (creadas en el 332 a.C.), Pomptina (358 a.C.) y Oufentina (318 a.C.) se extendían al sur del país volsco, entre los montes Albanos y el cabo Circé. La tribu Publilia, al norte del país volsco, en el valle de Trerus. Las tribus Terentina y Falerna, en el valle bajo del Liris, junto a la Campania y la Aniensis (299 a.C.) en el curso superior del río Anio, en plenos Apeninos.
Así, resulta obvio que pese a la diversa composición social de las tribus romanas, la nueva aristocracia poseía una serie de ventajas que se traducían en su mayor influencia dentro de las asambleas de tribus. En este marco se sitúa la reforma de Apio Claudio.